20 abril, 2024

La Moralina Contra Maradona

La muerte de Diego Armando Maradona a sus 60 años conmocionó a la sociedad argentina. A una gran parte de la población la entristeció y lo lloró como si fuese un padre. Otros sectores festejaron su muerte, pues ahí se iba uno de esos adversarios del poder que tantas veces supo enfrentar. El velorio mostró a un pueblo movilizado y una capital federal abarrotada de seguidores que querían darle el último adiós.

Como era de esperar, el gobierno de Larreta, -representante de los sectores más acaudalados y reaccionarios de la sociedad- después de meses de hacer la vista gorda a las marchas por el 5g, el terraplanismo, el antiperonismo, el anticomunismo, la de los antivacunas y otras yerbas -que tuvieron como objetivo tirar abajo la política de prevención llevada a cabo por el gobierno nacional- decidió reprimir ferozmente a los pobres, a los de a pie, a los descamisados de Eva Perón, a los villeros de Carlos Mugica, a los hijos de los nadie y a los dueños de la nada de Eduardo Galeano.

Otros sectores progres salieron a hacer lo propio; comenzaron a dar el conocido discurso moralino que se muestra, cada vez que surge, como una hipocresía evidente. Ese discurso que se horrorizó de “los negros con las patas en la fuente” del 45´pero no se horrorizaba de que la mujer no tenía el más obvio de los derechos como era el de votar a sus representantes. Una moralina que apareció nuevamente cuando Perón dio viviendas a los pobres y se indignaban porque quemaban el parqué para hacer asado (fenómeno que fue un mito y que jamás existió en los hechos de la historia argentina). Una moralina que se indigna por la legalización del aborto pero que no se indigna por la muerte de mujeres como consecuencia de los abortos clandestinos.

Una moralina católica que critica los vicios y errores de Diego, al igual que los fariseos criticaron a Jesús por comer y beber con pecadores (Mateo 9:11), pero que olvida que los apóstoles fueron elegidos entre pecadores y que cristo eligió al más traidor de sus apóstoles, -el que lo había negado (Marcos 14:68)-, para dirigir su iglesia. Una moralina que alza la voz por la prostitución de personas trans en la vía pública pero que no se inmuta frente a los travesticidios o por la exclusión tanto laboral como social de estas personas, que se ven obligadas a realizar prácticas sexuales a cambio de dinero como única forma de vida y que cuentan con un promedio de vida de 35 años. Una moralina que se horroriza por las pintadas transgresoras en iglesias o edificios públicos, pero no se indigna de que el país productor de comida para 400 millones de personas tenga una pobreza estructural que no bajó jamás del 20% en los últimos 30 años y cuyo máximo llegó a superar el 60%.

Y es que el Diego salió de la villa, pasó hambre y frío, surgió de esos lugares olvidados por la mayoría de la sociedad, de los asentamientos precarios originados como consecuencia de un sistema excluyente. Maradona supo gambetear lo que el sistema decía que estaba destinado a ser, se convirtió en el mejor jugador del mundo y fue el ídolo de millones de personas a lo largo de planeta. Hizo un gol a los ingleses que se convirtió en símbolo del antiimperialismo y de la soberanía territorial; fue esa revancha tan esperada por nuestros muertos en Malvinas. Pero también organizó partidos solidarios como el que realizó en 1984, en el barro y con el Napoli de Italia, para ayudar a un niño enfermo que necesitaba ser operado.

Lo que más les molestaba de Maradona es que era el representante de esos sectores que fueron tantas veces silenciados. En 1992, en pleno gobierno neoliberal, en una nota de prensa mencionó, enojado, que se posicionaba “a muerte del lado de los jubilados” en el contexto en el que ese sector realizaba una serie de marchas todos los miércoles para reclamar contra la creación de las AFJP y el aumento de los haberes. También increpó a la mismísima iglesia católica cuando visitó el Vaticano en los 90´cuando dijo “Cómo se puede ser tan h… de p… de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así”.

Era un conocido enemigo de Mauricio Macri a quien acusó de tomar decisiones “que le cagaron la vida a dos generaciones de argentinos” y defendió el gobierno de Alberto y Cristina al hacer un llamado al pueblo argentino a “apoyar a este gobierno (…) desde sus casas, desde las redes. Porque este gobierno no es de Alberto y Cristina. Es de TODOS. Ya no es más el país de Ricachón y sus amigos”. Fue amigo de Hugo Chávez y Fidel Castro así como también militó -a su manera y con su estilo único- las causas justas. Tenía sus falencias, tenía sus errores, era humano y le demostraba una y otra vez, a esa parte de la clase media que mira con desprecio al pobre y defiende con sus vidas a los ricos, a ese medio pelo de la sociedad argentina y a esos sectores del poder concentrado que, por lo menos, una vez en la historia, un hijo de la pobreza era capaz de levantar la voz contra la injusticia.

Mg. Lautaro Matías Taibo