Origen y consecuencias del resultado menos pensado
No muchos esperaban el resultado de las elecciones generales del 22-O, pero un análisis puntual de aciertos propios y errores ajenos permite entenderlo en cierta medida. Las consecuencias de un balotaje implosivo para Juntos por el Cambio.
Por José Angel Di Mauro
Si todo el mundo coincidía en que estábamos ante la elección de definición más incierta de los últimos años -por no decir desde la recuperación democrática-, a nadie debiera sorprender el resultado de este 22 de octubre. Se encuadró todo dentro del concepto “cisne negro”, pero está claro que en un marco de “final abierto” no se ponía en duda que Javier Milei ocupara el primer lugar en la contienda y la especulación era sobre quién lo acompañaría en un eventual balotaje.
De que habría segunda vuelta casi no había dudas. Una sorpresa hubiera sido que el domingo 22 se consagrara el ganador en primera vuelta. Eso era lo que para muchos hubiera significado “un cisne negro”.
¿Qué es la teoría del cisne negro? Una metáfora que, en el ámbito económico, describe aquellos sucesos que ocurren por sorpresa, que ningún analista había previsto ni tenido en cuenta porque, a priori, eran improbables y que, para bien o generalmente para mal, terminan teniendo un gran impacto y repercusiones trascendentales.
En rigor, el cisne negro fue que el candidato oficialista, que oficia de ministro de Economía de una administración que no logra dominar la crisis económica, que tiene un índice de inflación de dos dígitos mensuales y tres dígitos interanuales y casi a las puertas de la hiperinflación, ganara la elección.
Aunque algunas encuestas dieron la nota los últimos días previos a la elección anticipando el imprevisto triunfo de Sergio Massa, nadie esperaba verdaderamente semejante resultado. Todos coinciden en buscar las causas en la “campaña ordenada” que tuvo el ministro de Economía. Contrastó claramente con la de Juntos por el Cambio, cuya postulante precisamente tenía en la palabra “orden” el norte a seguir.
En el caso del líder libertario, en algún momento de la campaña dejó de crecer. La espuma que se levantó conforme la ola que sucedió al sorprendente triunfo de la primera vuelta -en el prolongado lapso que separa la realización de las PASO y las elecciones generales-, en algún momento se apaciguó y comenzó a descender. Es lo que pasa con las olas. Milei hizo lo suyo también: en determinado momento su imagen haciendo campaña con la motosierra en la mano, en un mensaje sin discurso, dejaron de calar en sus probables seguidores y comenzó a prevalecer el espanto en muchos sectores de la sociedad. Puede que el techo de su popularidad lo haya alcanzado el 13 de agosto, de ahí que el 22 de octubre su cosecha de votos no haya crecido de manera proporcional a las expectativas que había despertado.
Su gente -léase la dirigencia de La Libertad Avanza- aportó su contribución, que lejos estuvo de beneficiar a la causa. Atentos a que las balas parecían no entrarle al León, capaz de insistir con una dolarización insostenible en la práctica, y planes educativos -váuchers para que los padres de los alumnos elijan donde mandar a sus hijos, así vivan en la Puna-; de seguridad -libre portación de armas-; sin ahondar en materias como la venta de órganos, “guerra” contra la subversión; ruptura con China, etcétera; sus allegados se vieron en la libertad de decir lo primero que les viniera en mente y el efecto comenzó a diferir. Ya no fue gratuito emprenderla contra el papa argentino, llegando al extremo de anticipar una ruptura con el Vaticano; sugerir proyectos insólitos como la elección de la paternidad; o dejar claro que el término “casta” alcanza solo a aquellos que no comulgan con nuestras ideas, y abrazarse con Luis Barrionuevo, a la postre una suerte de “caballo de Troya” sumado a la campaña de Javier Milei para hacer algo que no cumplió.
Nota al pie: recodar los inicios de Sergio Massa en San Martín y quiénes fueron sus padrinos, cuando desembarcó en el peronismo proveniente de la UCeDé…
Habrá que probar si el proyecto presidencial del otrora panelista televisivo fue incentivado desde el oficialismo, pero todas las señales apuntan en ese sentido. El manual de la política lo justifica sin ninguna duda. Muchos se animan a sugerir que existió desde el origen, mientras que otros señalan al resultado de las elecciones intermedias como inicio de la operación -si es que existió-. Recordemos que esas elecciones que perdió el Frente de Todos ante Juntos por el Cambio anticipaban la sensación de cambio de gobierno inexorable que sobrevendría dos años después. Fue entonces que, con toda lógica, en el oficialismo se pusieron a trabajar en la única alternativa que podría evitar semejante destino.
En esas elecciones de 2021 el fenómeno liberal comenzó a resurgir. En la Ciudad de Buenos Aires, Javier Milei cosechó la friolera de 313.808 votos; un 17,04% que lo ubicó en el tercer lugar en las elecciones para diputados nacionales, con lo que se alzó con dos diputados, restándole uno a los 8 que se ilusionaba alcanzar Juntos por el Cambio con la retornada al distrito María Eugenia Vidal encabezando la lista. Pero eso no fue todo: cruzando la General Paz, en la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert cosechaba el doble de votos: 669.865, un 7,5% que le valieron otros dos diputados y también el tercer lugar en el distrito más importante.
Las diferencias entre Milei y Espert ya se habían consumado en una división de caminos, con diferencias sutiles en algunos casos, o notorias en otros. Compartían la denominación de los espacios con variaciones pequeñas: Avanza Libertad uno, La Libertad Avanza el otro; liberal Espert, libertario Milei. El primero ya había hecho un intento presidencial en el que resultó sexto en 2019, con el 1,47% de los votos, debajo de la izquierda y hasta de Gómez Centurión. El otro se proponía emprender ese camino para 2023.
Los medios tradicionales contribuyeron muchísimo en su instalación; las redes hicieron el resto. El aporte del oficialismo en ese camino sería previsiblemente lógico: cualquier espacio gobernante en ese caso hubiera contribuido con el objetivo de dividir a la oposición.
La ruta fallida de Juntos por el Cambio
Los libros de historia dirán que la principal oposición hizo todo mal, camino a las elecciones que creyó la depositarían sin mayor trámite nuevamente en la presidencia. Lo mejor que hicieron en los cuatro años que sucedieron a la derrota de Mauricio Macri fue mantenerse unidos en ambas cámaras, donde lograron ponerle un límite al oficialismo, congelando sus iniciativas más kirchnerizadas, vinculadas todas al ámbito judicial. Por lo demás, fracasaron en todo lo que tuvo que ver con la cuestión electoral.
Promediando la pandemia y cuando la fiesta de Olivos había dinamitado todo lo que el presidente Alberto Fernández hubiera podido acumular durante ese tiempo en el que inicialmente llegó a tener niveles de aceptación estremecedores, Horacio Rodríguez Larreta se creyó el heredero natural del Pro en particular y de Juntos por el Cambio en general, para avanzar hacia la presidencia de la Nación, su sueño confeso desde que su más tierna edad. Pero en ese camino entendió que para lograrlo debía “matar al padre” y eso consistía en dar señales propias en los principales distritos respecto de lo que serían las elecciones intermedias. Por eso se metió de lleno en la provincia de Buenos Aires y bendijo a un porteño, Diego Santilli, para que hiciera allí su camino. Previamente, acordó con María Eugenia Vidal su regreso a la Ciudad de Buenos Aires. Ambos serían las cabezas de listas para esos dos distritos.
La mudanza de quien renunciaría entonces a la vicejefatura de Gobierno de la Ciudad generó previsibles ruidos en el principal distrito electoral, y una de las voces críticas principales fue la de Jorge Macri, presidente entonces del Pro bonaerense, e intendente de Vicente López. Lo arregló Larreta como suele arreglar las cosas: con promesas y cargos, y en este caso lo ungió como ministro de Gobierno de la Ciudad y la garantía de que podría ser su candidato a sucederlo en CABA. Previamente había pactado con Patricia Bullrich, quien pretendía encabezar la lista de candidatos a diputados nacionales por la Ciudad en 2021. Convencido el jefe de Gobierno que allí JxC tendría una resonante victoria que le allanaría el camino a la exministra de Seguridad de Macri a ser candidata a jefa de Gobierno en 2023, la convenció de desistir de emprender ese camino, garantizándole que pudiera ser candidata presidencial como él. Liberada entonces de hacer campaña, quien ya era presidenta del Pro, tuvo la posibilidad entonces de comenzar a recorrer el país y cimentar su campaña presidencial, con la que conseguiría derrotar a su rival porteño.
Mal negocio para Larreta, que convenció a Vidal de ser candidata en la Ciudad, pero la mudanza de la otrora “leona” no fue bien vista por los propios, y eso se verificó en el resultado electoral, más menguado de lo que se esperaba. Tuvo sí éxito Larreta con Santilli en la provincia de Buenos Aires, donde derrotó al peronismo unido. Pero insólitamente en lugar de que a partir de entonces fuera el candidato unificado a gobernador, terminaron generando una interna en todos los niveles que le costó a Juntos por el Cambio no solo perder las elecciones PASO y generales (donde salió tercero), sino también perder 16 municipios bonaerenses.
De cara al futuro
Las elecciones generales del 22 de octubre dejaron previsiblemente herido a Juntos por el Cambio. Para regocijo del oficialismo actual -que se imagina continuar en esa condición-, sobrevinieron en los días posteriores a la severa derrota las discrepancias en torno a qué postura adoptar frente al balotaje. Mientras en el radicalismo sobresalían las voces expresando su favoritismo hacia Massa, pero imponiéndose una postura neutral; la Coalición Cívica llamaba a anular el voto; y desde el Pro, sus halcones se manifestaban abiertamente a favor de apoyar a Milei.
Lo cual, pone al espacio Juntos por el Cambio a las puertas de una ruptura, o al menos de cara a una reconfiguración tal cual se lo conoce.
Las elecciones generales del 22 de octubre dejaron previsiblemente herido a Juntos por el Cambio. Para regocijo del oficialismo actual -que se imagina continuar en esa condición-, sobrevinieron en los días posteriores a la severa derrota las discrepancias en torno a qué postura adoptar frente al balotaje. Mientras en el radicalismo sobresalían las voces expresando su favoritismo hacia Massa, pero imponiéndose una postura neutral; la Coalición Cívica llamaba a anular el voto; y desde el Pro, sus halcones se manifestaban abiertamente a favor de apoyar a Milei. Lo cual, pone al espacio Juntos por el Cambio a las puertas de una ruptura, o al menos de cara a una reconfiguración tal cual se lo conoce.
Para celebración de Unión por la Patria, que en caso de ser gobierno tendrá garantizada la mayoría en el Senado (aunque formalmente no sea así, pero con aliados la alcanzará largamente cuando la necesite), pero en Diputados le faltan 24 miembros para llegar al quórum propio, que no se alcanza con los bloques del medio, que suman 16: le estarían faltando 8, que tendría que buscarlos entre los ¿94? diputados de JxC. (Parlamentario)