18 abril, 2024

Reunión clave en 1913: ¿cómo traer mujeres a la Patagonia?

Los cinco gobernadores se reunieron en Buenos Aires para analizar medidas. El objetivo era poblar el territorio.

Buenos Aires, 1913. La reunión había sido organizada por los gobernadores de los territorios de Tierra del Fuego, Chubut y Santa Cruz. Hasta Buenos Aires viajaron los representantes de Neuquén y Río Negro. Era la primera vez que se encontraban todos los mandatarios patagónicos en un encuentro cumbre para analizar acciones de Estado, pero el tema que los convocó no estaba relacionado solo con la política o la economía. Se trataba de una cuestión muy preocupante para las provincias sureñas: la falta de mujeres.

A principios del siglo pasado, la Patagonia era un territorio despoblado con una superficie de 500.000 kilómetros cuadrados y una población total de 33.000 habitantes. Las ciudades eran incipientes y el crecimiento era realmente lento. Es que las condiciones climáticas no eran las mejores y todos los que se animaban a radicarse en aquellos parajes eran principalmente hombres que llegaban en busca de trabajo. Pero la mayoría llegaban solos; las mujeres directamente no venían.

¿Cómo poblar la Patagonia? ¿Cómo ocupar puestos de trabajo en aquellos oficios que en aquella época eran comunes para las mujeres?

En Tierra del Fuego surgió la inquietud ante la falta de costureras, cocineras, parteras y planchadoras, pero además la necesidad de la presencia femenina estaba vinculada con otro tema no menor que se reconocía pero se hablaba en vos baja: la falta de sexo. “Bueno o malo, es un elemento social necesario”, aseguraban.

Manuel Fernández Valdés, gobernador de Tierra del Fuego, fue el que abrió el debate con una frase del padre de la Constitución Argentina, Juan Bautista Alberdi. “Gobernar es poblar”, dijo ante la atenta mirada de sus pares. Y siguió: “La mejor forma de lograr soberanía es poblando las tierras, pero si no hay mujeres, eso es imposible”.

Eduardo Elordi (Neuquén), Carlos Gallardo (Río Negro), Luis Ruiz Guiñazú (Chubut) y Antonio Lamarque (Santa Cruz) escuchaban con atención.

El gobernador de Tierra del Fuego expuso durante varios minutos sobre la necesidad de la presencia femenina en la “tierra de hombres”, y reconoció que cuanto más al sur, más difícil parecía que las mujeres fueran a radicarse. De allí su preocupación y la idea de convocar a todos los mandatarios patagónicos para que aportaran ideas que luego serían elevadas al gobierno nacional.

Durante la extensa charla que tuvieron los dirigentes se arrojaron propuestas a la mesa, aunque todos coincidieron en que lo mejor sería implementar políticas que incentivaran la radicación de las mujeres, a través del trabajo y, a la vez, se priorizara la llegada de familias. Era una buena idea que se crearan industrias que necesitaran oficios que mayoritariamente ocupaban las mujeres.

En pleno debate estaban los gobernadores cuando Fernández Valdez retomó la palabra y agregó una propuesta que dejó a todos en silencio: traer condenadas por cualquier delito para que se radiquen en la Patagonia. El plan consistía en darles la libertad a cambio de su nuevo destino.

Los cuatro gobernadores se miraron sorprendidos. ¿Condenadas? ¿Mujeres que cometieron un delito? ¿Ladronas o asesinas? ¿Y si acá siguen haciendo lo mismo? Las preguntas brotaban en medio del murmullo y las opiniones se superponían unas con otras, hasta que fue el rionegrino el que se levantó de su silla para fundamentar su malestar a aquella propuesta.

“Yo no quiero que le cuelguen al Territorio de Río Negro el sambenito de formar su población con el aporte de estos elementos. Más aún allí hay muchas mujeres honestas. Ahora se quiere mandar manzanas podridas para que echen a perder las sanas y a ello me opongo decididamente”, dijo enojado.

Tierra del Fuego ya había realizado una prueba piloto años antes con la radicación de nueve presas que llegaron en el vapor Ushuaia a la isla. La experiencia no había sido mala y aquellas mujeres habían reiniciado sus vidas, pero no todos los gobernadores estaban convencidos de que esa fuera una buena idea.

El debate entre los mandatarios continuó durante varios minutos hasta que finalmente encontraron una forma para aprobar la propuesta del fueguino: el territorio que no estuviera de acuerdo podía rechazar el ingreso de mujeres privadas de su libertad.

La reunión de los gobernadores duró poco más de una semana y durante todos esos días, los mandatarios abordaron distintos temas vinculados a la Patagonia para buscar una legislación en conjunto que permitiera solucionar muchos de los problemas que se originaban por esas tierras.

Viedma y Carmen de Patagones, las ciudades patagónicas más antiguas, se habían comenzado a poblar con mujeres presidiarias.

¿Y las prostitutas?

En todas las cuestiones que se acordaron se logró un consenso entre los dirigentes, hasta que llegó el turno de abordar otra cuestión bastante espinosa: la prostitución, una práctica que se había extendido en toda la región.

En los territorios sureños ya había una reglamentación al respecto, puesto que el “oficio más viejo del mundo” -como se denominaba- había sido legalizado, pero era necesario afinar más ciertos aspectos relacionados con los límites y controles para evitar inconvenientes y no poner en riesgo la salud pública.

Una de las medidas que se abordó fue que los prostíbulos o “casas de tolerancia”, como los llamaban, estuvieran a no menos de 500 metros de las escuelas o iglesias (la distancia permitida hasta ese momento eran 300 metros) y que cada uno de esos lugares tuviera un límite de mujeres ganándose la vida a cambio de sexo. Todo parecía que avanzaba de manera consensuada hasta que una de las propuestas volvió a generar polémica entre los gobernadores: las prostitutas podrían salir a la calle solo dos veces a la semana para evitar el contacto con la ciudadanía.

“Si no pueden salir a la calle, van a estar presas. Es algo ilegal”, dijo el neuquino Elordi, a lo que le contestaron: “No es la primera resolución que adoptamos en esta reunión que no es del todo legal”.

En el territorio de Neuquén la prostitución había crecido rápidamente desde que se trasladó la capital a la zona de la Confluencia, a tal punto que en las primeras décadas del siglo XX había 13 casas de tolerancia ubicadas en distintos puntos de la zona del Bajo, como se denominaba al sector ubicado al sur del ferrocarril. Las autoridades eran conscientes de este crecimiento, pero sabían que era imposible erradicar la prostitución, debido a la gran cantidad de hombres solos que habitaban en el pueblo.

Después de un largo debate sobre las cuestiones legales, las características que tenían que tener los prostíbulos, los horarios y hasta el comportamiento que debían tener las mujeres, los gobernadores finalmente aprobaron un protocolo general para reglamentar la prostitución, dentro del amplio trabajo que realizaron, además de todas las medidas que se analizaron de interés común y aquellas para establecer la presencia femenina en la Patagonia.

Con el correr de los años, las mujeres fueron llegando de a poco a estos rincones tan lejanos del país, miles de familias comenzaron a radicarse en los pueblos más remotos y, así, esos territorios tan despoblados empezar a reflejar las primeras muestras de soberanía que tanto estaban buscando los gobernantes.

“Mujeres en tierra de hombres”, Virginia Haurie. Editorial Sudamericana.

Fuente: LMNeuquén/por Mario Cippitelli